sábado, 7 de junio de 2008

Dos sonetos: uno de amor; él otro tétrico.

Iguales en tantas cosas




A Claudia, saber que existes me tranquiliza




Tú, dama prohíbida y elevada;
yo, extranjero en tu cielo absoluto.
Tú, ángel con el ala izquierda quebrada;
yo, un tonto, un ingenuo disoluto.

Tú, lágrima de una tristeza ausente;
yo, noche que te embriaga dulce y lenta.
Tú, reina entre toda la gente,
mis aromas; yo, tu peor vestimenta.

Yo, marido huérfano de mujer;
tú, sola como la soledad misma,
tan callada, cúspide de mi prisma.

Yo, tu alivio y sin ganas de perder
tu beldad descreída. Reina de diosas.
Nosotros: iguales en tantas cosas.


Añoranza de tus noches







A Jael, efusivo deseo del cual surgen visiones





Tú, religión; yo profano.
Tú sueñas con el mar; yo felizmente
casado. Tú me tiendes la mano.
Yo, insoportable, recibo sonriente

ese paraíso terrible, infierno triste.
Yo en busca de un buen psiquiátra;
tú, aprendiendo a consevir el mar, diste
gran parte de ti: fui tu peor Sinatra.

Tú, enfermedad que ya no tiene cura.
Yo libro prohíbido, novio sin novia,
triste como una pena que se agovia,

Tú aliviaste lo peor de mi locura.
Yo, esquizoide, cristiano, sin abrigo
que de noche añora recaer contigo.

No hay comentarios: