se hizo, tal vez, más traumático, pero mucho más inteso
(...) «¿Recuerdas la primera vez que hicimos el amor aquí?», preguntó Angélica. Y Marcelo, besándole, le respondió que yes, porque, Angélica querida, cómo no recordarlo si fue el mejor de mis cumpleaños je, je, je. Llegaron hasta la desvirgada habitación de angélica. Allí adentro, se desnudaron, ambos, muy aprisa como si el tiempo disponible se les fuese a acabar, o si el fin del mundo fuera en unos minutos más y hacerse el amor fuese su última voluntad. Apagaron la luz. Se besaron con ansiedad, desaforadamente y con descaro frente a un cristo que, demonios, no podía cerrar los ojos por qué, porque estaba pintado pues. Angélica, a pesar de la oscuridad, llegó por el buen camino hacia su cama besando y jalando a Marcelo, que, por cierto, nunca puso resistencia. Angélica tanteó el sexo de Marcelo, primero lo acarició por encima de la ropa, luego: «Marcelo, quítate el pantalón». Y Marcelo no le dijo nada. La siguió besando recostado encima de ella y echado entre sus piernas. «Apúrate, Marcelo, quítate el pantalón que ya tengo ganas de tirar», dijo Angélica con voz grave y vulgar. Marcelo dejó de besarla, y en la oscuridad soltó una sonrisita como de sorpresa y dijo: «Caracho, Angélica, qué pasó con tu educación. Si vamos a hacer el amor, hagámoslo, pero con educación. No somos perros para andar tirando». Angélica tragó amargura y quedó en silencio. Marcelo se echó a su lado riéndose por dentro a causa del discursillo de hace unos segundos, y pensando que a Angélica se le iban a ir las ganas de tirar. De pronto un suspiro de Angélica interrumpió el maravilloso silencio. Ella se recostó de costado. Hizo poco ruido al sentarse en la cama, luego al pararse, luego al volverse a echar a la cama. Se había desnudado ella misma. Otra vez su mano tanteó el sexo de Marcelo. Y luego le dijo, ella, al oído en un tono de voz suave (sin fingir la voz porque ése era su tono de voz): «Amor, Marcelito, ¿me pasas tu sexo, por favor?». Marcelo sonrió y se abalanzó sobre la mujer-adolescente desnuda que tenía entre sus brazos, y, eso sí, tenía nombre y apellido y era: Angélica Massel. Angélica desnudó a su flaquito, lo dejó en carne viva y cubierto de oscuridad…
En el fondo, Marcelo pensaba triste y constantemente en Verónica. En realidad, no había dejado de pensar en ella desde hace semanas, exactamente desde que la conoció. Y Verónica no lo sabía, mmm… no, no lo sabía porque sino no estaría a solas con Fúcer.
(Otra vez en la cama) Angélica se sentó encima de Marcelo, y se empezó a mover, primero suavemente, sintiendo el sexo de Marcelo dentro de ella. Luego con más violencia. Sus gemidos eran cada vez más fuerte, más agudos, más excitantes. Angélica gemía más y más y más…y arañaba el pecho de Marcelo más y más, jugaba michi en su pecho… Pero Marcelo hacía un grande esfuerzo por mantenerse a la altura de las exigencias vaginales de Angélica, porque aquella noche estaba extremadamente triste, estaba extremadamente solo (así se sentía). A parte, no tenía ganas de hacer el amor, y nunca supo qué estaba pensando cuando le dijo “vamos pues”, a Angélica, quizá pensó que haría el amor con Verónica.
«Angélica, bájate y ponte a mi lado», le dijo Marcelo con voz trémula por el esfuerzo sobrehumano (es que Angélica en verdad parecía una ninfómana). Y Angélica con voz trémula, pero placer, le dijo: «Es…espera…te, ahorita llego…sí…sí… ¡sí!, ¡sí! ¡SÍ! ¡SIIII! ¡Ya llego!». Y Marcelo, fracasando por ser estoico, con voz trémula: «No, ven Angélica, ¡ya!». Angélica lo ignoró y siguió moviéndose y arañando el pecho de Marcelo. «Angélica, por favor, échate a mi lado», suplicó Marcelo. Y Angélica siguió moviéndose y gimiendo allí sentada, sintiendo el sexo de Marcelo, frotando su pubis con el de Marcelo, mirando el techo (al cual no le vendría mal una mano de pintura), tocando sus senos grandes (habían crecido), pellizcándose con la yema de los dedos los pezones más claros del mundo…Angélica ya tenía en placer en el interior, pero quería llegar a un orgasmo, por ello su movía muy alocadamente, «Sí, sí…siiii! Ya llegó», decía Angélica bordeando el orgasmo, buscando el impulso externo para poder llegar. Bueno, y Marcelo cayó en la lujuria y dejó llevar por la lujuria exagerada y ninfomaníaca de Angélica, así que se sentó abrazándola y empujando hacia los adentros de Angélica su sexo, moviéndose al ritmo que Angélica se movía. Y Angélica se excitó más y más y más, pero mucho más que al principio. Marcelo dejó besos regados por donde podía (llámese cuello, pecho, mejillas, boca, pezones, senos). De pronto…Angélica soltó un gemido muy intenso que venía desde el fondo de sus placeres, un gemido más fuerte y prolongado que los anteriores…había llegado al orgasmo; se dejó caer en el pecho de Marcelo (conservando el sexo de Marcelo dentro de ella) rendida, agitada, sudorosa, complacida. Luego se echó al lado espontáneamente, sí, porque no tuvo tiempo de pensar en las palabras que hace rato Marcelo le había dicho. «Ya…, Ya…ves… a-mor… lle-gue… ufs», dijo Angélica agitada y respirando una bocanada de aire después de cada sílaba articulada. Le besó, le dio un abrazo; y empezó a besarle la boca… (Para ello mientras Angélica respiraba y hablaba, Marcelo, que había eyaculado, se cambiaba de preservativo)…y siguió un camino de placeres infelices, pero deliciosos, eso sí, que empezaba en los labios de Marcelo y terminaba a una cuarta debajo de su ombligo. Angélica besó la boca, el cuello, el pecho…y llegó al sexo agresivo de Marcelo, lo besó, lo lamió y jugueteó con él… Y Marcelo estaba en el empíreo. Angélica masturbaba a Marcelo, le hacía caricias púbicas, lo volvía loco, introdujo el sexo de Marcelo en su boca y con la lengua, dentro de la boca, empezó a hacerle masajes. Cuando el sexo de Marcelo quedó otra vez listo para la batalla, es decir, erecto y duro, Angélica se apresuró en sentarse a horcajadas en el pubis de Marcelo. Y Marcelo despertando del placer le agarró de la mano y la jaló pues, carajo, Angélica bájate de allí que quiero hablar contigo. Y Angélica lo besó, y ese beso dijo mucho como que, por favor, Marcelito, una más, ¿sí?, no seas malito, pues, tú sabes que esa es mi pose preferida. Marcelo dijo, por enésima vez: «Ven, Angélica, ven, acuéstate a mi lado». Y Angélica haciéndose la tonta: «No, flaquito, así sentadita me gusta más, es más rico». Y Marcelo: «No, Angélica, sólo un ratito acuéstate a mi lado». Y Angélica: «No seas malito, tú sabes que esta es mi pose preferida». Y Marcelo: «Sí, lo sé…». Y Angélica interrumpiéndole le dijo: «¿Entonces por qué quieres que me baje?». Y Marcelo: «Lo que pa…». Angélica no lo dejó terminar la frase, le tapó la boca con una mano y con la otra se colocó el sexo de Marcelo...
En el fondo, Marcelo pensaba triste y constantemente en Verónica. En realidad, no había dejado de pensar en ella desde hace semanas, exactamente desde que la conoció. Y Verónica no lo sabía, mmm… no, no lo sabía porque sino no estaría a solas con Fúcer.
(Otra vez en la cama) Angélica se sentó encima de Marcelo, y se empezó a mover, primero suavemente, sintiendo el sexo de Marcelo dentro de ella. Luego con más violencia. Sus gemidos eran cada vez más fuerte, más agudos, más excitantes. Angélica gemía más y más y más…y arañaba el pecho de Marcelo más y más, jugaba michi en su pecho… Pero Marcelo hacía un grande esfuerzo por mantenerse a la altura de las exigencias vaginales de Angélica, porque aquella noche estaba extremadamente triste, estaba extremadamente solo (así se sentía). A parte, no tenía ganas de hacer el amor, y nunca supo qué estaba pensando cuando le dijo “vamos pues”, a Angélica, quizá pensó que haría el amor con Verónica.
«Angélica, bájate y ponte a mi lado», le dijo Marcelo con voz trémula por el esfuerzo sobrehumano (es que Angélica en verdad parecía una ninfómana). Y Angélica con voz trémula, pero placer, le dijo: «Es…espera…te, ahorita llego…sí…sí… ¡sí!, ¡sí! ¡SÍ! ¡SIIII! ¡Ya llego!». Y Marcelo, fracasando por ser estoico, con voz trémula: «No, ven Angélica, ¡ya!». Angélica lo ignoró y siguió moviéndose y arañando el pecho de Marcelo. «Angélica, por favor, échate a mi lado», suplicó Marcelo. Y Angélica siguió moviéndose y gimiendo allí sentada, sintiendo el sexo de Marcelo, frotando su pubis con el de Marcelo, mirando el techo (al cual no le vendría mal una mano de pintura), tocando sus senos grandes (habían crecido), pellizcándose con la yema de los dedos los pezones más claros del mundo…Angélica ya tenía en placer en el interior, pero quería llegar a un orgasmo, por ello su movía muy alocadamente, «Sí, sí…siiii! Ya llegó», decía Angélica bordeando el orgasmo, buscando el impulso externo para poder llegar. Bueno, y Marcelo cayó en la lujuria y dejó llevar por la lujuria exagerada y ninfomaníaca de Angélica, así que se sentó abrazándola y empujando hacia los adentros de Angélica su sexo, moviéndose al ritmo que Angélica se movía. Y Angélica se excitó más y más y más, pero mucho más que al principio. Marcelo dejó besos regados por donde podía (llámese cuello, pecho, mejillas, boca, pezones, senos). De pronto…Angélica soltó un gemido muy intenso que venía desde el fondo de sus placeres, un gemido más fuerte y prolongado que los anteriores…había llegado al orgasmo; se dejó caer en el pecho de Marcelo (conservando el sexo de Marcelo dentro de ella) rendida, agitada, sudorosa, complacida. Luego se echó al lado espontáneamente, sí, porque no tuvo tiempo de pensar en las palabras que hace rato Marcelo le había dicho. «Ya…, Ya…ves… a-mor… lle-gue… ufs», dijo Angélica agitada y respirando una bocanada de aire después de cada sílaba articulada. Le besó, le dio un abrazo; y empezó a besarle la boca… (Para ello mientras Angélica respiraba y hablaba, Marcelo, que había eyaculado, se cambiaba de preservativo)…y siguió un camino de placeres infelices, pero deliciosos, eso sí, que empezaba en los labios de Marcelo y terminaba a una cuarta debajo de su ombligo. Angélica besó la boca, el cuello, el pecho…y llegó al sexo agresivo de Marcelo, lo besó, lo lamió y jugueteó con él… Y Marcelo estaba en el empíreo. Angélica masturbaba a Marcelo, le hacía caricias púbicas, lo volvía loco, introdujo el sexo de Marcelo en su boca y con la lengua, dentro de la boca, empezó a hacerle masajes. Cuando el sexo de Marcelo quedó otra vez listo para la batalla, es decir, erecto y duro, Angélica se apresuró en sentarse a horcajadas en el pubis de Marcelo. Y Marcelo despertando del placer le agarró de la mano y la jaló pues, carajo, Angélica bájate de allí que quiero hablar contigo. Y Angélica lo besó, y ese beso dijo mucho como que, por favor, Marcelito, una más, ¿sí?, no seas malito, pues, tú sabes que esa es mi pose preferida. Marcelo dijo, por enésima vez: «Ven, Angélica, ven, acuéstate a mi lado». Y Angélica haciéndose la tonta: «No, flaquito, así sentadita me gusta más, es más rico». Y Marcelo: «No, Angélica, sólo un ratito acuéstate a mi lado». Y Angélica: «No seas malito, tú sabes que esta es mi pose preferida». Y Marcelo: «Sí, lo sé…». Y Angélica interrumpiéndole le dijo: «¿Entonces por qué quieres que me baje?». Y Marcelo: «Lo que pa…». Angélica no lo dejó terminar la frase, le tapó la boca con una mano y con la otra se colocó el sexo de Marcelo...
Marcelo no quería porque no tenía ganas (¡já! cosas de la literatura). Marcelo se quitó la mano de Angélica bruscamente. «Ay, no seas tan brusco», se quejó Angélica. Marcelo se sentó en la cama sin quitarse de encima a Angélica, encendió la lámpara. Ya no era una luz tenue y amarilla la que iluminó la habitación desvirgada desde hace mucho de Angélica, sino que había cambiado en foco je, je, por uno más potente y de luz blanca je, je. Marcelo (cubriéndose los cojos de la luz) vio el cuerpecito de Angélica, sí, su cuerpecito de sirena; la textura fina de su piel color blanco humo; sus senos que ya no eran pequeños, sino que eran suficientes, con unos pezones rosados y aquella pequeña selva de bellos en su pubis.
(Fragmento del capítulo III de mi novela Epidemia de Tristeza)

2 comentarios:
"El arte del erotismo radica en mostrar el cuerpo humano como un todo, metaforeando con la anatomía y usando la novedad, mientras que la pornografía se centra en sólo una parte del cuerpo (es obvio cual) y es monótona..."
Tu esfuerzos son grandes, tienes que seguir adelante por el bien (o el mal, eso lo decides tú) de nuestras letras peruanas...
Saludos del Celta ama las letras pero estudia administracion de empresas...
noc xk m siento idntifikada con ese prsonaje....
Cuidat, y x lo k mas kieras, escribe, necesito sabr de ti. si en mis manos stuviera, hubieses entrado, pero no, solo era coordinadora... No t molstes por eso
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