Con vuestro permiso escribo esto para ti...
Tania es de esas mujeres que siempre quise conocer, y cuando la conocí nunca supe qué hacer. Es que la diafanidad con que sus límpidos ojos me miraron desde el primer día, me dejó perpeplejo, alocado y al borde de la demencia pasional. Sus dedos eran (son) carmín, son rocíos de madrugada que placen en la perfecta coherencia con que mueve de aquí para allá las manos, muy retóricamente. Y después de cada verano, en ese verano interminable, cuando las golondrinas hacían nuestro verano en esas cuatro paredes que tú, Tania, y yo, casi siempre, si es que no le decía cárcel intelectual, salón de clases; después de ese verano, llegó nuestro otoño, cuando me viste hecho un pingajo y tú tan inalcanzable. Fue ahí, léelo bien, Tania, sólo ahí, cuando en su santiamén tus formas arequipeñas me cautivaron y me dejaron preso de este resabio llamado nostalgia.
Es que tus ojos brillantes, y la ternura opalina que tu piel profesaba, me dejaron absorto, casi en la demencia pasional, como te lo repito, Tania de mis fantasías. Y es probable que cuando vengas a Lima yo siga fantaseando con esos días, en que por más que puse obstusa oposición terminé, como tantos troyanos, uno en especial, perdido en la inconmesurable glamura de tus ojos color miel.
Recuerdo cada segundo con intensa locura y más. Tus risas alocadas que me alborotaban de par en par, que me hacía sentir que en esta vida es posible sonreír sin tener que fingir. Pero, cuando me dijiste, "amo a Héctor"; a ciencia cierta supe que cada locura que hiciera sería estúpida a tus ojos. Que cada posibilidad que yo me granje en tu cielo disoluto sería sólo la réplica de un cielo disoluto cualquiera. Y enloquecí, Tania. Ahora estoy declarado clínicamente loco y gran parte es por ti. No te recrimino. Sólo quiero que sepas que seguiré esperando y seguiré queriéndote querer como te quería querer en nuestra cárcel intelctual.
Ojalá encuentres a alguien que te escriba como yo. Y con el permiso de vuestra merced, me despido, deseándote secretamente, y esperando lo que tenga que esperar para volver a verte y decirte cosas que probablemente nunca te diré. Contradictorio, pero fatal y mío.
Un beso en la sien, y otro en la perfección de tu ser. Allí, en tu centro de gravedad.
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2 comentarios:
Todos tienen una Armanda por asesinar ¿no? Es inevitable, por cierto, según intención católica de por medio de mi madre mi nombre es Martin, según ganas mías de acabar con aquel bisilábico nombre soy simplemente Suimar y habito Chorrillos y habito Los Cedros y habito con amigos y claro ahí también habita Sabina.
Lindo, aprciabl, mientras no sea yo ese hector al cual acs mencion. Interesant descripcion
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