Diseminados los reflejos, acuden
al cerebro prontas evocaciones,
como tu piel clara sobre mi cielo,
o el suave beso que hacíame resucitar.
Escribo esto con un agujero en el vientre,
tratando de asimilarte como otra
como incapaz de asirte a mi dolor huraños.
Y apesar de ello, todavía te amo.
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