Entre carteles y despojos, las miradas tristes y los compases dormidos, subíamos hasta la que sería nuestra tumba. Enrumbados, Laura, y acostumbrados a sufrir, nos fuimos despojando tímidamente de los vestidos. "Es la primera vez que hago esto", dijiste; también era la mía. Y, pues, el piso con su aquiescente forma de rombos y triángulos que simulan tus partes. Y, claro, ya estábamos demasiado desconocidos como para reconocernos ebrios. Pero tatuado me dejaste esas tus pestañas aladas. Y tus besos subiendo con su mágico fulgor, Laura, y mis dedos tratando estar a la altura de tus senos increíbles y de tu vientre plano por la depresión. Claro, teníamos que estar así de delgadas, luego de llorar tanto. Y esta, Laura, era una forma muy pérfida de renegar de nuestras penas, de obstruir ese recoveco que el destino nos impuso, con adulaciones, falsas promesas y un sentimiento cada vez más insano. Y, Laura, ese beso en el alma, con harto morbo y tu respirar en mi piel húmeda. O esas manos que maravillaron a cualquiera. Y esa espalda tan suave, y tus caderas... Tu piel iluminada por la tísica luna que se colaba como una mentira. Nos amanecía, Laura, había que apurarnos. Claro, era tanto tiempo sin estos trotes. Y para ti también, pues ambos, a esta hora mentirosa, seguimos el rumbo de nuestras pesadillas. Pero a esa pesada hora, cuando, recostados en el lecho deshecho, con tu boca me inspiraste esto, haciéndome un juego de tu lengua amarrada a mi piel. Me hablabas con tanto amor y dulzura, pero ese amor y esa dulzura no me pertenecían, sino a él, tu ex pareja. Y éramos terribles y horribles, tuvimos que huir de esa fiesta, a penas nos vimos solos y nos concentramos en las tristezas ajenas; pero éramos mucho más preciosos con esa desnudez que nos cubría. Y luego nos dijimos: "Te amo. Ya no te amo", "Te amo. Ya no te amo". De qué valía sonreír o sentirse querido si, llegada la mañana volvíamos a nuestras habituales penas. Teníamos que concentrarnos, Laura, en la carne y el placer. Y yo, meditabundo, te expliqué que este encuentro era un simulacro de amor para los desposeídos de corazón. "Te necesito ahora. No, ya no te necesito". "Ta amo ahora. No, ya no te amo". Me dijiste que preferías a los tipos guapos como tu ex, pero me diste un beso en la nariz y dijiste: "Pero contigo haré una excepción". Y entendimos que la belleza es una forma de opresión. Y los otros que sufren quizá no entiendan esto, pero, nos veíamos precisos debajo de la tísica luna, semejante a una uña, que nos bañaba con plata y tu eterno clamor por el placer en tu vientre.
Oh, Laura, álzate entre la gente. Y llévame bailando, como en la fiesta esa que nos presentó, hasta el principio del placer. Laura, tu boca entre mis dedos. Y yo hurgando tu interior, con movimientos de tango, tiernamente asidos a esta irrealidad llamada pasión. Y ciegos de pasión, nos fuimos consumiendo como dos fuegos fatuos, cada vez más líricos en nuestros movimientos, cada vez más burdos en nuestros ensimismamientos, pues claro: tú pensabas en él, yo en ella. Y eso era nuestra ciudad, una inmensa tierra de pájaros fugaces y muertos que solo saben llorar. Da igual: somos feos, pero nos queda el lunes para reconstruir nuestra imagen. ¿Qué habrá pensado la gente al vernos salir de la fiesta con tanta prisa, besándonos en cada peldaño, acariciándonos y subir al taxi?
Y cuando mire el Hotel, siempre recordaré tu boca en mi piel.
Te extraño, Laura.
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