viernes, 28 de octubre de 2011

Lo que importa

No importa si no has leído tanto como yo, la verdad, yo tampoco he leído tanto. O si no sabes algún cuento de Borges o de la existencia de Kavafis. No importa, en verdad.
No importa si la la Política te parece asquerosa, mediocre y denigrante, aunque no comparte tu punto de vista, no me importa eso, en verdad.
No importa que no te guste el tipo de música que yo escuche, que lo tuyo sea más pop, no importa, en serio.
No importa que no sepas de besar, uno no nace sabiendo, yo tampoco sé besar, en realidad, juntos podemos aprender, si es que nos lo proponemos.
No importa que no me digas cosas tiernas o te rías todo el tiempo.
No me importa si me miras y te quedas callada; o si no entiendes cuando te platico de algún tema en particular.

Lo que realmente importa es que esta magia que surge y nos envuelve jamás se rompa. O que nunca dejes de tener una sonrisa apremiante cuando yo quiera estar triste. Y que no me sueltes la mano cuando volamos a través de la gente. Eso importa, niña, eso importa en realidad. Lo demás sobra.

sábado, 22 de octubre de 2011

Denominaciones

Llámese alivio a tus palabras,
llámese fulgor al brillo de tus ojos,
llámese acaricias a tu mirada.
Llámese tranquilidad a tu sonrisa
y reposo cuando entre nosotros
después de tantas muecas
surge una conversación.

Llámese delirio a esto que siento por ti,
locura a soñar contigo,
trastorno a lo que hiciste en mí.
Llámese opulencia a abrazarte como amigo,
llámese tentación a no quererme ir
de tu lado cuando te encuentro.
Llámese desdicha a verte partir.

Llámese vacío a lo que dejas en mí.

Llámese tortura a verte con otro,
distancia a tu edad y a la mía,
desdicha a mi pasado errado.
Llámese vacío a lo que hay en nosotros,
paciencia a este mediodía sin sol.
Llámese angustia a no verte,
muerte a tener que perderte
y llámese secreto al que habita en tu corazón.

martes, 18 de octubre de 2011

Rutina

Cada mañana me levanto y lo primero que hago es tapizarme el rostro de gestos para disimular las arrugas que me han dejado la noche de llanto anterior.  Tomo mis medicamento. Me doy un baño para desnudar mis perezas. Escucho siempre la misma canción. Me sepillo los dientes. Y plancho mi camisa. Tomo un escueto desayuno y salgo con apuros para no llegar tarde a mi clase. Pero siempre llego tarde. Y después de las clases camino solo tratando de orientar mis pensamientos hacia algo sutil; pero siempre recaigo en esos recuerdos de miel. Discrepo con algunos rojos, o comunistas poseros que pululan en San Marcos. Vuelvo a la facultad de Letras para mis clases de la tarde. Y más tarde me divierto mirando a las palomas formar figuras geométricas. Cuando el sol ya está bajando y la noche nos invade, también llega tu recuerdo a torturarme con frases que en su tiempo supieron hacerme feliz. Y llamo a mi casa para que no se olviden de dar de comer a mis conejitos. Y te nombro mi reina y princesa. Y abordo mi bus para ir al trabajo. En el trabajo es siempre lo mismo: hago todo los días lo mismo. Y eso harta. Pero el laburo termina. Y los compañeros salen y se encuentran con sus novias, o las llaman. Y mi frío teléfono no suena. Abordo el vehículo que con su trac trac desaforado ha de devolverme a la rutina. Pues me siento cerca a la ventana y añoro los días en que la llamaba y le decía cosas muy tiernas, o discutíamos por tonterías, o ella me gritaba porque yo era impulsivo. Y una lágrima me brota. Para cuando los recuerdos se adentran en los incipentes días de este amor, ya es la hora de bajar. Y al bajar, el frío me hace extrañar un abrazo. Y las parejas se acarician o se entienden más. Avanzo solo. Me adentro por callejas solitarias y me vuelvo loco cuando creo ver un ladrón. Al fin llego a casa, buenas noches, mamá. La pena ya la adquirí. Voy a mi habitación a hacerla salir. Y me envuelvo en lágrimas porque, porque soy trovador, pero desdichado en el amor. Y eso será una rutina que durará toda la vida.

domingo, 2 de octubre de 2011

Hotel Pasiones, habitación 405

Entre carteles y despojos, las miradas tristes y los compases dormidos, subíamos hasta la que sería nuestra tumba. Enrumbados, Laura, y acostumbrados a sufrir, nos fuimos despojando tímidamente de los vestidos. "Es la primera vez que hago esto", dijiste; también era la mía. Y, pues, el piso con su aquiescente forma de rombos y triángulos que simulan tus partes. Y, claro, ya estábamos demasiado desconocidos como para reconocernos ebrios. Pero tatuado me dejaste esas tus pestañas aladas. Y tus besos subiendo con su mágico fulgor, Laura, y mis dedos tratando estar a la altura de tus senos increíbles y de tu vientre plano por la depresión. Claro, teníamos que estar así de delgadas, luego de llorar tanto. Y esta, Laura, era una forma muy pérfida de renegar de nuestras penas, de obstruir ese recoveco que el destino nos impuso, con adulaciones, falsas promesas y un sentimiento cada vez más insano. Y, Laura, ese beso en el alma, con harto morbo y tu respirar en mi piel húmeda. O esas manos que maravillaron a cualquiera. Y esa espalda tan suave, y tus caderas... Tu piel iluminada por la tísica luna que se colaba como una mentira. Nos amanecía, Laura, había que apurarnos. Claro, era tanto tiempo sin estos trotes. Y para ti también, pues ambos, a esta hora mentirosa, seguimos el rumbo de nuestras pesadillas. Pero a esa pesada hora, cuando, recostados en el lecho deshecho, con tu boca me inspiraste esto, haciéndome un juego de tu lengua amarrada  a mi piel. Me hablabas con tanto amor y dulzura, pero ese amor y esa dulzura no me pertenecían, sino a él, tu ex pareja. Y éramos terribles y horribles, tuvimos que huir de esa fiesta, a penas nos vimos solos y nos concentramos en las tristezas ajenas; pero éramos mucho más preciosos con esa desnudez que nos cubría. Y luego nos dijimos: "Te amo. Ya no te amo", "Te amo. Ya no te amo". De qué valía sonreír o sentirse querido si, llegada la mañana volvíamos a nuestras habituales penas. Teníamos que concentrarnos, Laura, en la carne y el placer. Y yo, meditabundo, te expliqué que este encuentro era un simulacro de amor para los desposeídos de corazón. "Te necesito ahora. No, ya no te necesito". "Ta amo ahora. No, ya no te amo". Me dijiste que preferías a los tipos guapos como tu ex, pero me diste un beso en la nariz y dijiste: "Pero contigo haré una excepción". Y entendimos que la belleza es una forma de opresión. Y los otros que sufren quizá no entiendan esto, pero, nos veíamos precisos debajo de la tísica luna, semejante a una uña, que nos bañaba con plata y tu eterno clamor por el placer en tu vientre. 

Oh, Laura, álzate entre la gente. Y llévame bailando, como en la fiesta esa que nos presentó, hasta el principio del placer. Laura, tu boca entre mis dedos. Y yo hurgando tu interior, con movimientos de tango, tiernamente asidos a esta irrealidad llamada pasión. Y ciegos de pasión, nos fuimos consumiendo como dos fuegos fatuos, cada vez más líricos en nuestros movimientos, cada vez más burdos en nuestros ensimismamientos, pues claro: tú pensabas en él, yo en ella. Y eso era nuestra ciudad, una inmensa tierra de pájaros fugaces y muertos que solo saben llorar. Da igual: somos feos, pero nos queda el lunes para reconstruir nuestra imagen. ¿Qué habrá pensado la gente al vernos salir de la fiesta con tanta prisa, besándonos en cada peldaño, acariciándonos y subir al taxi?

Y cuando mire el Hotel, siempre recordaré tu boca en mi piel.

Te extraño, Laura.