jueves, 28 de julio de 2011

El corazón que necesita ser zurcido

Yo no soy médico; intento ser escritor. Yo no curo los dolores físicos de la gente; trataré de curar los espirituales. Yo no soy de estirpe, galante, precioso, adinerado ni afortunado; yo tan solo tenga mi perseverancia, mi inteligencia y mis manos que quieren hacer patria.
Yo no soy médico, tal vez sí paciente. Yo no soy ganador, pero me jacto de haberte tenido entre mis dedos.
Yo quiero tu felicidad, aunque cueste mi dolor. Quiero que sonrías como sonrreías ayer por la noche, porque estar a tu lado era, como te dije, estar al lado de Sabina. Y es cierto, me sentía torpe, endeble, niño, porque tú tienes esa magia, esa divinidad.
Yo te esperaré de pie, cuando el viento te lleve a mi lado. Te veré venir, te veré venir, te veré venir...
Yo no soy médico para curar tus heridas de amor; yo tan solo soy escritor para dejar en la memoria de los hombres tu nombre. Yo no puedo hacer operaciones al cuerpo humano porque mis dedos sólo sirven para escribir.
Pero hay algo que sí, al igual que él, puedo hacer: yo puedo diagnosticar. Y a ti te espera un brillante futuro. Y yo, todo lo que haga, será para impresionarte.

Te amo para siempre, mi diosa coronada. Te amo, aunque mis ojos se llenen de lluvia, he aprendido a querer la vida, me lo enseñó, curiosamente, una médico-psiquiatra.

Pero nadie puede enseñarme a olvidarte, porque formas parte de mí. Porque fui dichoso una vez, y por mi inmadurez perdí todo, todo, todo, hasta la vida.

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